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jueves, 22 de septiembre de 2011

Hablando de abandono entre adoptados

Regularmente tengo reuniones con hijas/os adoptivos y cuando los adoptados nos reunimos a platicar lo hacemos sin tener una agenda particular, sin tema especial, simplemente nos reunimos y hablamos. Siempre que hacemos estas reuniones los temas surgen por si solos nos llegan a la mente situaciones que han sido de mucha importancia en nuestras vidas. Algo que siempre me parece interesante es que siempre tenemos muchas coincidencias en mucho de lo que hemos sentido.

En esa ocasión la reunión y el café que tomamos fueron sumamente enriquecedores, era una mujer adoptada al nacer que me estaba platicando su historia. Me platicaba que desde muy chica supo que fue adoptada, a partir de ese momento siempre quiso saber la verdad de su origen y por supuesto que me identifique completa e inmediatamente con ella. Además de esto durante la plática fui encontrando más similitudes en nuestras historias, que si bien es cierto nuestras vidas con la adopción fueron diferentes, nuestro abandono fue muy similar.

Continuando con la plática dijo algo que realmente me impresionó, me dijo: “¿sabes que Mónica? Yo soy experta en abandonar, siempre ha sido muy fácil para mi dejar todo y a todos”. Estas frases fueron muy fuertes, sin embargo, muy reales, incluso, en mi vida. Para mi siempre ha sido muy fácil abandonar y no es algo que me deje con un buen sabor de boca, es algo difícil de creer y se que no es agradable mencionarlo.

Nunca me interesó conservar a nadie por mucho tiempo en mi vida. Las amistades entrañables de mis papás que fueron personas que estuvieron a mi lado, que me querían mucho, gente con la que crecí, que jugué con sus hijos; no significó nada para mi, me alejé de todos sin pensarlo. Así fueron pasando muchos años en los que jamás me preocupé por conservar o cuidar a la gente cercana en mi vida.

Hoy entiendo claramente que es lo que me sucedía, cuando uno convive con la gente es normal y natural que en algún momento se presenten situaciones incomodas, discusiones o problemas, es más, es posible que esas personas ocasionalmente tengan reacciones de enojo si algo les molesta. Esto en mi caso y el de muchas/os hijas/os adoptivos es una gran señal de alerta que me hacía pensar inmediatamente “¡tengo que salir de aquí corriendo!”. En alguna ocasión me detuve a pensar que realmente la persona era buena amiga, que había estado cerca de mi en momentos importantes de mi vida, me había apoyado, lamentablemente, no fue nunca suficiente para detenerme, solo me alejaba por completo. Con algunas de esas personas si he vuelto, al paso de los años, a tener contacto, especialmente con dos que fueron mis amigas de la escuela, cabe recalcar que esto sucedió porque ellas me buscaron.

Para mi es triste reconocer esto, mayormente por lo que dejé de disfrutar con estas personas, muchos de ellos estuvieron a lo largo de mi niñez y pasamos momentos muy agradables, algunos malos, como todos, aunque la mayoría buenos y ahora las llevo a todas en mi corazón como un grato recuerdo en lugar del sentimiento que tenía de no querer a nadie a mi alrededor.

Recientemente conocí a una adolescente adoptada que curiosamente me hizo el mismo comentario. Ella dijo que a la menor provocación empieza a pensar cómo salir de ahí, como huir, dijo “y aunque me duela, ¡me voy! Reconoció que quedarse sola fue su peor miedo y en esto también me pude relacionar con ella, ese miedo lo tengo yo también, lamentablemente eso fue exactamente lo que conseguí, quedarme sola por mucho tiempo hasta que tomé la decisión de cambiar mi actitud en la vida.

En una ocasión en un taller para padres adoptivos en el que participé una psicóloga comentó, “las emociones en un adoptado es como si las viéramos con una lupa, todo lo sienten con mucha más intensidad” y eso es completamente cierto. Los expertos aseguran que muchas personas que han sido abandonados al nacer o dentro de los primeros tres años de vida principalmente, al ser adoptados tienen problemas fuertes para establecer lazos afectivos y de amor con sus nuevos papás o con los cuidadores. Esta situación se agrava cuando la niña/o ha estado al cuidado de diferentes personas, como es el caso de las niñas/os institucionalizadas/os.

Esto lo entiendo perfectamente ya que por mucho tiempo hubo algo muy dentro de mi que hacia todo lo posible para alejar a la gente hasta que llego el momento en que me canse de vivir así. En ese momento llegué a la conclusión de que vivir así no valía la pena y solo me lastimaba, tuve que tomar la decisión de cambiar eso cuanto antes. Entonces me llegaron todos los pensamientos y razones que pudiera tener para seguir intentando vivir y hacerlo de una mejor forma; primero pensé en mis hijos aunque al pensarlo bien supe que ellos llegaría un momento en el que tendrían que tomar su rumbo independientemente de cuánto los ame. Seguí con mi búsqueda hasta que me llegó una gran emoción, encontré a una persona hermosa que siempre estuvo en mi vida, mi papá. El había fallecido años antes, sin embargo, lo que viví con él fue sumamente especial y me llena aún hoy de amor, emoción y felicidad.

Él nunca se rindió, siempre buscó entenderme y fue respetuoso de mis sentimientos, jamás me sentí amenazada o insultada, jamás. Siempre fue muy paciente conmigo aún en los momentos de más desesperación, él conservaba la calma y de muy buena forma me preguntaba “¿porqué esa actitud tuya de estar mal? Si todo en este momento esta tan bien”. De mi papá solo recibí buenos tratos, palabras de alivio, amor, cariño y muy buen ejemplo, este ejemplo que me hubiera mucho gustado seguir al pie de la letra, lamentablemente tenía una revolución dentro de mi que no podía comprender, no entendía donde venia ese coraje, esa mala actitud aunque la vida se encargó de ponerme en mi lugar a través de experiencias fuertes y en el mejor momento, supongo.

Todo esto sucedió justo en el momento en el que aún podía rescatar ese gran amor que recibí de mi papá y, de mas especial manera, de mi mamá. Ahora entiendo que ella tenia situaciones de infertilidad que no pudo resolver y sufrió porque no logró darle un hijo de su sangre a mi papá, esto para muchas personas es muy importante, especialmente en esa época. De cualquier forma, ella me dio siempre lo mejor. Me dio su cariño, aunque su inconsciente de repente la traicionaba y tuvo actitudes muy desconcertantes hacia mi mientras yo crecí, aún así mayormente me dio lo mejor de ella, recibí un muy buen ejemplo de una mujer positiva y alegre todos los días. También estoy consiente de que yo les traje mucha felicidad porque ellos querían ser papás.

Después de recordar todo lo vivido con ellos pensé que ¿Quien era yo para tirar a la basura su esfuerzo de cada día en nuestra vida? Lo más fuerte y difícil de todo fue preguntarme “porqué iba yo a tirar a la basura todo eso tan lindo que vivimos, todo ese amor”. Esta conclusión me llevó a sentirme muy afortunada y feliz, llegué al punto en el que solo puede agradecer a Dios, a mis papás y a la vida por lo que me toco vivir. A partir de ese momento toda mi vida cambio, es verdad que tomó mucho tiempo, sin embargo, este cambio llegó y todo es maravilloso hoy en mi vida.

Ahora vivo en familia feliz, estoy muy segura de que tuve una adopción llena de amor y cuidados. Siempre estaré agradecida y feliz por haber sido la hija de Ricardo y Blanca porque su amor llena aún hoy mi vida y su enseñanza me ha ayudado a crecer como persona, madre, profesional, esposa e hija también.
Los amo y siempre los amare.
Mónica CU

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